El
acto de humillar y el acto de asesinar a alguien son dos caras de una misma
moneda, pues humillar y asesinar implica reducir a una persona a su mínima
expresión, si acaso es posible medir la humanidad, en aquella en la cual no se
tenga posibilidad de respuesta es comparable tal inacción a si fuese un
cadáver.
Empero,
el que humilla constantemente a sus semejantes es un ser mucho más perverso y
dañino, pues no se conforma con matar una vez a esa persona, sino que vuelve a
hacerlo una y otra vez.